Un mar de cabellos blancos plateados demuestra su
existencia, lo vivido. Ya no se acuerda de cuál fue la primera en surgir y
tampoco eso le importa. Son muchas, todas, las que simbolizan su vida. Todas
dan muestra de sus actos premeditados y de las situaciones azarosas que se ha encontrado
por el camino recorrido. La senda de regreso ya fue borrada, las consecuencias de sus decisiones ya fueron
aceptadas, sólo queda la marca en su cabeza de todo lo pasado, de lo bueno, de
lo malo. La creencia le atribuye una realidad dolorosa, angustiosa,
desgraciada, pero él no piensa lo mismo, no sólo cree en su naturaleza
lastimosa. Todas ellas forman un bosque de sentimientos variados. Árboles con
raíces en el alma, nacidos desde la dicha, desde el amor, y por supuesto
también desde lo más profundo del dolor humano, de la desgracia de la muerte,
del desamor, de las responsabilidades cotidianas. Pero, hoy, ya nada de eso le
preocupa.
Su futuro nunca fue tan cierto como ahora. La muerte
arrancará su cabellera blanca sin piedad, sin compasión por sus años, por su
edad y sin percatarse de la marca de la experiencia. Mientras tanto lucirá sus
canas orgulloso sabiéndose afortunado por todo lo pasado, por todo lo ocurrido
en su vida.
Todo lo bueno que pueda llegar será un regalo, lo malo lo
asumirá con resignación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario