En el armario de Amanda (terror)


Amanda, que el pasado verano cumplió 7 añitos, era una niña alegre y risueña, una niña normal. Lucía una larga melena lisa y negra como el azabache, sus ojos grandes y del mismo color que su pelo, siempre iban acompañados de unas pronunciadas ojeras color violeta. Esas ojeras, las disimulaba con unas gafas de pasta rosa que utilizaba desde que tenía 5 años.

Era habitual que la pequeña sufriese  pesadillas nocturnas, le ocurría desde recién nacida.
El sueño de Amanda era un trauma para la familia. Sus padres descansaban en un continuo estado de alerta desde que la niña llego a sus vidas.

Esa noche, Alberto y Marta dormían, cuando los gritos desgarradores de la pequeña Amanda rompieron el silencio de la noche. Alberto, su padre, corrió rápidamente por el largo y estrecho pasillo que separaba su dormitorio de la habitación de la niña. Al llegar a la puerta, antes de abrirla, oyó algo tan aterrador que le erizó los vellos de todo el cuerpo. Del dormitorio salió una voz ronca y profunda que decía;

- ERES MIA -

Empujó la puerta con tanta fuerza que cayó hacia delante quedándose boca abajo con la frente tocando el suelo. Aturdido, levantó la cabeza. En esa posición sólo podía ver las patas de la cama de su hija y notó como el silencio reinaba en toda la estancia. Colocó las palmas de las manos en el suelo y se incorporó. Conforme se levantaba consiguió ver a  su pequeña sentada en la cama con la espalda recostada sobre el cabecero. Oteó toda la estancia en busca de alguien que estuviese allí perturbando el descanso y poniendo en peligro la seguridad de su pequeña. No vio nada fuera de lo normal.
Amanda parecía asustada. Sus labios caían hacia abajo dibujando una mueca de tristeza y sus ojos estaban tan abiertos que parecían que se les iban a salir de la cara.

-¿Qué te ocurre Amanda?, ¿Por qué gritabas de esa manera?-

La niña no contestó a las preguntas de su padre

-¿Quien estaba contigo en la habitación?- preguntó.

Amanda seguía sin contestar, pero fue levantando, poco a poco, su brazo izquierdo y con el dedo índice totalmente rígido, apuntó en dirección a él. La niña veía algo o a alguien justo detrás de su padre.
Alberto preguntó con voz temblorosa;

-¿hay alguien detrás de mí?-

En esta ocasión la niña si abrió su boca para contestar y con una sonrisa en sus labios dijo susurrando;

- corre papá -...




Marta, la madre de Amanda, seguía tumbada en la cama, despierta esperando a que su marido volviese de atender a su pequeña. Como pasado unos minutos Alberto no regresaba, decidió levantarse y ver que estaba ocurriendo. Al incorporarse, sentada en la cama con las piernas colgando y moviendo los pies en busca de sus zapatillas de andar por casa, vio como una sombra de baja estatura pasaba corriendo y riendo, ante la puerta del dormitorio.

-Amanda, ¿eres tú?- preguntó Marta.

El silencio fue la respuesta que obtuvo, por lo que se levantó rápidamente y se dirigió andando deprisa hacia la puerta del dormitorio.

Sacó la cabeza para intentar ver algo, manteniendo el cuerpo dentro de la habitación y con las manos agarradas al marco de la puerta. Primero miró hacia la izquierda pero allí no había nada, sólo la pared que servía de final al pasillo. Luego giró la cabeza a la derecha y para su sorpresa consiguió ver la silueta de la pequeña Amanda. Sacó totalmente su cuerpo de la habitación y buscó el interruptor para encender la luz. Probó varias veces pero la lámpara de araña que se encontraba en el centro del pasillo no encendía.

-Amanda, ¿qué haces ahí?- grito la madre.

La niña no contestó y permanecía inmóvil en el fondo del pasillo, con los brazos caídos hacia abajo, pegados a su cuerpo y con su cabello negro cubriendo totalmente su rostro. Su respiración era rápida, y desde la distancia, la madre podía ver como el pecho de su pequeña subía y bajaba.

-Amanda, ¿dónde está papá?-preguntó.

En ese instante, después de la pregunta de Marta, la niña dio un pequeño paso en dirección a su madre y comenzó a andar con lentitud hacia ella .Cuando llegó casi a la mitad del pasillo, la niña se detuvo de repente, cayendo al suelo hacia delante, con la cara contra él. La madre hizo el amago de avanzar hacia ella, pero vio algo que la dejó petrificada. Amanda empezó a levantarse y a adoptar la posición de un animal. Sus brazos hacían de patas delanteras y sus piernas de las traseras.
La cabeza de la niña permanecía inclinada con las puntas de la melena tocando el suelo. Ahora, la madre, a esa distancia incluso podía oír su respiración. Era una respiración fuerte, que recordaba a los bufidos de los toros antes de embestir. Amanda comenzó a caminar hacia su madre a cuatro patas, aumentando la velocidad. Sus articulaciones no perecían humanas. Los codos y las rodillas se retorcían al caminar adquiriendo posiciones imposibles. Marta, de manera instintiva hecho a correr hacia el fondo del pasillo, en dirección contraria a su hija, y mirando hacia atrás. La pared del fondo del pasillo freno a Marta. No tenía escapatoria.
Cuando la niña se encontraba a una distancia de unos tres metros, saltó y se lanzó sobre ella. Hincó las piernas en el pecho de su madre, quedando en cuclillas, apoyando sus nalgas sobre los talones, y agarró la cabeza de Marta firmemente con una mano a cada lado.
La distancia entre la cara de la madre y el rostro de su hija era de unos pocos centímetros. La niña empezó a mover su cabeza lentamente hacia un lado y otro, examinando el gesto de terror de su madre. De manera instantánea, Amanda  movió los brazos que sujetaban la cabeza de Marta hacia la derecha con una fuerza sobrenatural. En el silencio de la casa se oyó el chasquido que provocaron los huesos del cuello de la madre al romperse.
Marta, cayó desplomada al suelo con la imagen terrorífica de su hija grabada en su mente, antes de morir.




...- corre papá –


Alberto se giró lentamente hacia atrás para ver que sucedía a sus espaldas. No vio nada, sólo oscuridad, y al fondo, el armario donde Amanda guardaba su ropa.

- ¿Hija, me estas señalando el armario? –

Amanda simplemente asintió con la cabeza.
A medida que el padre avanzaba hacia el armario oía como las perchas que había en su interior se deslizaban rápidamente sobre la barra que las sujetaba. Sin duda, pensó, no son imaginaciones de la niña. Algo o alguien se esconde entre las ropas de Amanda. Cuando Alberto se encontraba a unos escasos metros de las puertas del armario, éstas se abrieron bruscamente, golpeándolo en la cabeza y provocando que cayese hacia atrás. Desde el suelo, frente al armario vio una imagen terrorífica.
Dentro del armario había alguien. Era un ser con forma humana, de hombre, alto y totalmente vestido de negro. No tenía ojos, sólo las cuencas vacías de color morado .Carecía de nariz, de orejas, y sus labios parecían cosidos dibujando una línea roja sobre su rostro. Era totalmente calvo y su piel de un color grisáceo con las venas negras marcadas por todo el rostro.
Sus extremidades eran desproporcionadas y de las mangas de la túnica que llevaba, sobresalían unas manos con forma de garras, con dedos interminables y huesudos y con unas uñas largas y afiladas de un color amarillento.
Alberto no podía creer lo que estaba viendo. No pudo evitar mojar el pantalón de su pijama de orín. No tenía miedo, era pánico lo que sentía por lo que estaba contemplando.

Gritando preguntó; -¿quién eres?, ¿qué quieres?-

El extraño ser levitó lentamente hacia Alberto, no tenía pies, por lo que flotaba sobre el suelo. Al acercarse, comprobó que era enorme y aún más imponente de lo que parecía a distancia. Se inclinó sobre él, que todavía permanecía en el suelo. La ropa oscura que llevaba envolvió por completo su cuerpo, exceptuando la cabeza. Acercó su rostro a su cara y en ese instante sus labios cosidos se abrieron. De su boca salía un hedor a muerte, a putrefacción. Olía a infierno. Abrió tanto su boca que las comisuras de sus labios se rompieron y después de un aterrador gruñido, introdujo la cabeza de Alberto dentro. Instantes después, Alberto que luchaba por respirar murió.
El misterioso ente se incorporó y flotó hacia Amanda que permanecía todavía en la cama. Extendió su mano y Amanda la cogió. Se introdujeron en el armario .La pequeña lloraba y sujetaba el osito de peluche que le regalaron sus padres por su séptimo cumpleaños.
Las puertas del armario se cerraron de un fuerte golpe para siempre.








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