El teléfono lo sobresaltó a altas horas de la noche. Cuando el
teléfono suena a las tres de la madrugada no puede ser nada bueno, pensó
Javier.
Se levantó de un brinco de la cama para descolgar el
inalámbrico. Lo acercó nervioso a su oreja.
-Diga, dijo Javier.
A su pregunta respondió una voz cuyas palabras lo dejaron sin
aliento.
-Javier, escucha atentamente, No salgas hoy de casa-.
-¿Quién eres?- preguntó Javier.
Nadie contestó, y tras unos segundos el teléfono se colgó.
Javier se quedó un lapso de tiempo pensativo. Lo primero que le
vino a la cabeza era que un bromista que padecía insomnio tenía ganas de joder
su descanso. Luego, sin darle más vueltas al asunto volvió a la cama.
Sobre las ocho sonó el despertador .A Javier le esperaba una
larga jornada laboral.
A las once de la mañana cuando se encontraba trabajando en su
oficina, su teléfono móvil vibró. Solía quitarle el sonido para no recibir
alguna reprimenda por parte del jefe o del compañero de la mesa contigua. Lo
desbloqueo y deslizó la barra de notificaciones.
Tenía un sms. Lo abrió y se dispuso a leerlo. El mensaje decía
lo siguiente;
-Has hecho caso omiso a mi
advertencia.
Pronto estaremos juntos-.
Javier estaba confuso. De repente le vino a su pensamiento la
llamada que recibió en la madrugada. Volvió a leer el mensaje atentamente y
pensó en algún amigo que le estaba gastando una absurda broma o lo que es peor
un ligue de una noche resentida por una llamada prometida que nunca llegó.
Una vez terminado el horario laboral, Javier salió de la oficina
y se dispuso a coger su coche. Tenía que recorrer diariamente unos 30 km de
vuelta a casa. Conducía con precaución mientras que pensaba en el sms que
recibió. Lo quiso ojear por quinta vez. El móvil lo guardaba en el maletín del
trabajo que estaba situado en el asiento del copiloto. Apartó la mirada de la
carretera bajando la cabeza y extendió el brazo para buscarlo y así poder
leerlo de nuevo. En ese instante oyó el sonido de un vehículo que realizaba una
fuerte frenada de emergencia. Javier levantó la cabeza y vio como su coche se
acercaba peligrosamente al que tenía delante. Pisó con fuerza el freno y notó
como su cuerpo avanzaba hacia el parabrisas. El accidente fue inevitable.
Gracias a Dios que Javier llevaba puesto el cinturón, aunque no pudo impedir
golpearse contra el cristal.
Se hizo el silencio. Aturdido, recostado sobre el asiento, se
incorporó, y pensó lo acerca que había estado de dejar este mundo.
En ese momento oyó una voz que le decía;
-¿Porque no me hiciste caso?-
Javier giró la cabeza hacia la derecha, y todavía un poco
mareado consiguió distinguir una silueta que descansaba sentada en el asiento.
Sorprendido, centro mejor su mirada y la vio.
-¿Cómo es posible?, ¿eres tú?, pero si tú estás....-
-Si Javier estoy muerta, contestó Ana.
-Ana, amor mío, cuanto te echo de menos. ¿Porque me dejaste?
Tenías que haber luchado- dijo Javier.
-Lo siento cariño, pero no pude soportar nuestra desdicha. Tres
veces Javier, tres veces tuve vida dentro de mi vientre y ninguna de ellas pudo
florecer. Sufrí tanto y el dolor era tan intenso, que mi alma necesitaba
escapar de esa angustia. Salte al vacío y encontré la paz y la serenidad que
anhelaba.
-¿Ana, como puedo verte y hablar contigo si ya no estás en este
mundo?-
-¿Tengo que responder a esa pregunta? -contesto Ana.
Entonces Javier entendió lo que ocurría. El impacto que recibió
su cabeza contra el cristal del coche, seguramente, le provocó una hemorragia
interna que produjo su muerte. Entre lágrimas, Javier alargó su mano, cogió la
de Ana y con una voz suave y temblorosa le dijo: Te amo.
Ana soltó lentamente la mano de Javier y desapareció.
El despertador sonó cuando el reloj marcaba las ocho de la
mañana. Javier abrió los ojos tan rápido como sale el sol. Las lágrimas aun
caían por sus mejillas y todavía sentía la mano de Ana acariciando su corazón.
Telefoneó al trabajo. Hoy se tomaría el día de descanso.
FIN.
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